LOS CUATRO GUERREROS. Durante este diciembre, en OC entrevistamos a cuatro autores de éxito que, además, son amigos entre ellos. Os lo contamos aquí. Hoy, el segundo guerrero: el samurái de valores puros.
Doña Concepción Perea. No sé a quién le leí o le escuché la anécdota. Alguien hablaba de “Concha” y su contertulio le respondió “¿Pero la llamas Concha? Para mi es doña Concepción Perea”. Me sentí algo reconocido, antes de conocerla era doña Concepción, esa señora que sabe mucho de fantástico y que cuenta cosas superinteresantes. A la que te acercas, tiene más interés, pero te encuentras con una mujer caótica y divertida: a Concha.
En La Corte de los Espejos (Fantascy) y su continuación, La última primavera (Runas), nos llevas a TerraLinde, tierra de hadas y seres mitológicos, pero que resulta ser un paisaje nada idílico.
Esa fue siempre mi intención. Cuando descubres el folclore y los viejos cuentos de hadas, te das cuenta que la imagen idealizada y “hermosa” que tenemos de ellas en la actualidad es una deformación de las criaturas, algunas francamente malignas, que eran originalmente. Pero eso es, precisamente, lo que las hace especiales; no son buenas. El mundo, cualquier mundo, es más interesante cuando tiene claroscuros. De ese modo, cuando empecé a crear TerraLinde, tenía muy claro que ese mundo lo poblarían hadas, pero serían las hadas que yo había conocido y aprendido a amar de los cuentos y las historias originales. Por supuesto las hadas que pueblan TerraLinde no han terminado siendo iguales que las criaturas en las que se basan. No tiene gracia escribir de algo si no pones un poco de tu propia cosecha. Pero mantienen esos claroscuros; las hadas pueden ser fieles aliadas, compañeras caprichosas o tu peor pesadilla si se convierten en tus enemigas. Además, en un paisaje idílico no pasan cosas tan divertidas de escribir (y leer).
Aranzazu Serrano ve algo en Terralinde que conecta contigo: ¿dónde acaba Terralinde y empieza tu mundo real?
Supongo que todos los mundos que un escritor crea tienen una parte de realidad en ellos Quizás la parte que conecta más conmigo sea el conflicto inherente al gobierno de los sidhe. Me gusta la magia, me fascina la posibilidad de vivir en un mundo donde cualquier cosa podría ocurrir, por supuesto, pero hay más que todo eso. TerraLinde es el lugar donde puedo cambiar las cosas para mejor. En el mundo real eso no es tan fácil.
Juan Cuadra también parece preocupado por tus mundos y tus personajes: el mundo de TerraLinde roza en ocasiones el nuestro, así que la pregunta es doble. Por un lado ¿qué crees que les espantaría más de nuestro mundo a los habitantes de TerraLinde? Y por otro ¿qué crees que es lo mejor que podríamos aprender de su sociedad?
En TerraLinde las hadas no tienen palabras, como “heterosexual”, “homosexual” ni siquiera “bisexual”. Ellas entienden que puedes amar a quien te dicte el corazón sin mirar nada más y lo ven como algo completamente natural. Pueden formar parejas o vivir en grupos y no se casan. Nunca dan por sentado que una relación vaya a durar “para siempre” porque saben que para que el amor sea de verdad debes compartirlo con alguien que no tiene ataduras, que podría marcharse en cualquier momento, pero que decide no hacerlo. Las hadas basan sus relaciones en una sabiduría emocional que nosotros no tenemos. A ellas nuestro modo de comprender las relaciones personales las horrorizaría.
Entre todos tus personajes, destaca Nicasia, un personaje duro, que ha sufrido lo indecible y que no vive una existencia fácil. Y es un personaje que ha calado hondo en tus lectores, que han desarrollado mucho fanart a su alrededor.
Para mí Nicasia representa la capacidad de resistir y de ser fiel a una misma y sus propios principios incluso cuando es muy difícil. Creo que todos hemos querido alguna vez ser tan valientes y que eso despierta simpatía pese a que en otros aspectos puede ser alguien bastante desagradable. Nicasia es honesta, pero sin ser brutal. Para bien o mal se muestra tal cual es y eso hoy en día es algo cada vez más difícil de encontrar. Creo que nos preocupa demasiado la aceptación de los demás, algo que a ella no le quita el sueño ni por un momento.
Hay una Concha a la que tengo envidia, esa que sigue jugando a rol la mayoría de los domingos en su casa con sus amigos y su oso.
Yo siempre he dicho que el rol me salvó la vida. Sufría acoso en el colegio y en el instituto, tenía muy pocos amigos porque me consideraban una tía rara, pero encontré mi primera mesa de rol y resultó que todos eran tan raros como yo. El rol me ayudó a dedicarme a lo que me apasionaba sin escuchar a los que me decían que hiciera cosas “normales para mi edad”. Me ayudó a encontrar buenos amigos y me animó a empezar a escribir porque comprendí que contar historias era algo que necesitaba. Era puro escapismo, pero uno que me hacía pensar y que me dio armas para enfrentarme a lo cotidiano y construirme una personalidad propia. Así que, salvo por algunos periodos de mi vida en los que no ha quedado más remedio, nunca he dejado el rol y no creo que lo haga. Tengo la inmensa suerte de tener una mesa de juego de mi edad, con jugadores maravillosos y personas encantadoras. No las cambiaría por nada del mundo.
Y has hecho dos cosas que me gustan mucho que mezclan a la Concha escritora y la rolera: habéis creado un juego de rol basado en TerraLinde (junto con Jordi Noguera y Pau Ferrón) y has escrito una partida para la reedición de Changelling (posiblemente mi rol favorito).
Son dos proyectos que me apasionan, porque La Corte de los Espejos nació de mis propias partidas de rol, tenía un juego que creé a partir de Changeling, pero que con el tiempo se fue convirtiendo en algo totalmente distinto. Y sin embargo, para mi eran juegos hermanos. He tenido una relación muy bonita con Changeling, me ayudó a descubrir el folclore anglosajón y su maravillosa literatura. Fue mi primera traducción (totalmente amateur) y salí un poco del rol old school para probar otras cosas. Que Nosolorol se pusiera en contacto conmigo para escribir una partida con motivo de la edición del 20 aniversario del juego me parece un sueño hecho realidad. Les agradezco mucho que pensaran en mí. La he escrito con mucha ilusión y mucho cariño. Respecto al juego de TerraLinde: siempre quise hacer un juego de rol con mi propio trasfondo, pero soy nefasta para crear sistemas de juego. Así que contar con dos roleros experimentados como ellos es un privilegio. Es un proceso que estamos disfrutando un montón y del que vamos aprendiendo continuamente. Espero poder contar más muy pronto.
Además de todo, Concha regenta su escuela para escritores, junto a Jordi Noguera: Caja de Letras.
La idea de Caja de Letras me rondaba la cabeza mientras hacía el master de creación literaria. En parte fue por la frustración de tener profesores que, aunque tenían conocimiento académico, carecían de experiencia como escritores, especialmente de género. Sentía que había tanto que me faltaba por aprender y descubrir, que empecé a pensar en que, si algún día me sentía capaz, me gustaría ofrecer a personas que desean convertirse en escritores clases que resultaran realmente útiles, combinando tanto conocimientos teóricos como consejos prácticos, que fuesen amenas y constructivas. Quería huir del academicismo e integrar todos los géneros literarios sin complejos, porque en los cursos que hice notaba mucho desprecio hacía la literatura fantástica, el cómic y un desconocimiento absoluto de la literatura infantil. Así fue como nació Caja de Letras (aunque por aquel entonces todavía se llamaba Aula 3 y luego pasaría a ser Factoría de Autores antes de llegar a nuestro nombre definitivo), como una academia donde escritores pudieran enseñar a otros escritores. Jordi, además, es psicólogo, por lo que ahora mismo podemos no sólo asesorar a nivel técnico a los alumnos, también podemos ayudarles con las inquietudes e inseguridades a las que deberán hacer frente durante el largo proceso de escribir una obra. Algo de lo que estamos muy orgullosos es de que mejoramos nuestros temarios constantemente. Creemos que, si nosotros seguimos aprendiendo, podremos transmitir todo eso a nuestros alumnos. No queremos conformarnos y dar una y otra vez las mismas clases sin preguntarnos si podemos mejorar. Y, sobre todo, no queremos que ninguna de las sesiones de nuestro itinerario de dos años sea relleno cogido de un manual académico.
En ese sentido, David B. Gil pregunta: De tus dos facetas laborales, una como profesora de narrativa y otra como autora, ¿cuál disfrutas más y cuál te resulta más difícil?
Son dos cosas distintas, gracias a que escribo puedo dar clases porque puedo hablar (entre otras cosas) de mi experiencia personal y porque conozco los problemas que surgen cuando te enfrentas a un manuscrito de primera mano, y creo que eso es vital para poder dar clases. Además, estar relacionada con el mundo editorial me ayuda a explicarles a mis alumnos cómo lidiar con esa parte del proceso sin crearles falsas expectativas. Disfruto mucho ambas cosas, una no tendría sentido sin la otra. Dar clases me encanta porque gracias a ellas he conocido a gente maravillosa, algunos de ellos con el tiempo se han convertido además en grandes amigos con los que tengo contacto casi a diario. Siempre me pongo triste cuando acaban los cursos. Además, dando clases y corrigiendo manuscritos se aprende muchísimo. Ellos también son profesores para mí. Escribir es un desahogo, porque puedo desconectar de todo e irme a mis propios mundos. Para mí no es un trabajo, es una necesidad.
No quiero cerrar esta entrevista sin hablar de la Concha reivindicativa. Primero, hablas de tu TDAH sin problemas, no es fácil encontrar a personas valientes que hablen sin problemas de sus enfermedades. Personalmente te lo agradezco.
Creo que hablamos poco de salud mental, padecer un trastorno o una enfermedad mental es un estigma, algo que es mejor callar. Pero cuando me diagnosticaron el TDAH yo tenía treinta y cinco años y fue un alivio, por fin entendía muchas cosas: mi dificultad para adaptarme a horarios, los actos impulsivos, lo difícil que me resulta acabar proyectos, la tensión constante y la incapacidad para concentrarme. Ha marcado mi vida en todos sus ámbitos, mis años de estudiante fueron durísimos y también lo fue adaptarme al mundo laboral. Creo que mi experiencia puede ayudar a otros, puede quitar muchas ideas preconcebidas, pero para que eso ocurra hay que contarlo, no desde el victimismo sino con un espíritu constructivo.
Y, segundo, la luchadora por sus ideas. Esto también te lo agradezco.
En mi familia algo que hemos tenido siempre muy presente ha sido el activismo político. Crear un sistema tan corrupto y pernicioso como el de TerraLinde me permitía, no sólo distorsionar la figura del elfo clásico, sino también plasmar todo aquello que me da miedo y que aborrezco en política: los totalitarismos, el clasismo y el desprecio a la población en general, pese a que se supone que la clase dirigente trabaja para ellos. Creo que hablar de política es saludable y posicionarse es necesario, no hace falta que nuestras ideas sean inamovibles ni que hagamos proselitismo con ellas. Saramago decía: «el trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro». Pero también creo que hay que tener ciertos valores y dar la cara por ellos.
Concha y yo casi tenemos la misma edad, pero cuando la leo siempre tengo esa sensación de estar con alguien que sabe mucho y de quien aprender. Concepción siempre está allí.
LJSalart
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