En Origen Cuántico aún no nos ha dado tiempo de leer la nueva novela de Jesús Cañadas, El ojo de Nefertiti (Edebé), que ya va por su segunda edición, pero estamos leyendo cosas muy bonitas sobre ella. Hoy preguntamos a su autor, Jesús Cañadas, flamante ganador del premio Ignotus a la mejor novela por “Las tres muertes de Fermín Salvochea”, sobre su incursión en la literatura juvenil.
Hace poco, en Twitter, nos hablaste del proceso de escribir juvenil y de lo que había supuesto para ti. Una de las cosas que más me interesó, fue que comentaste que el público de juvenil tiene la mente abierta, sin prejuicios.
Resulta una cosa muy curiosa, fíjate: cuando publiqué mi primera novela, hará unos siete años, no me conocía ni el Tato, evidentemente. Tenía muchísimo que demostrar, y por más que odie esa frase, todo el mundo se encargaba de recordármela. Con honrosas excepciones, como los chicos de Saco de Huesos, la mayoría de la gente me solía mirar de arriba abajo, en plan quién es este, de dónde ha salido, por qué me tendré que leer su novela… en las convenciones había quien directamente ni me devolvía el saludo. Alguno hasta se cambió del sitio frente a mí en una comida para sentarse al lado de un autor más conocido. Es la putada del recién llegado y la sufrimos todos. Quien haya tenido una primera novela (y una segunda y una tercera) y la haya paseado por ahí, ha sufrido ese tipo de bofetadas sin manos. Cuesta mucho, pero mucho mucho, que te reconozcan y que te hagan caso.
Con el juvenil pasa todo de nuevo. Vuelvo a ser un recién llegado al género, no me conoce nadie y hay mucha desconfianza. Sin embargo, se da una maravillosa excepción: los lectores y las lectoras. Chicos y chicas de entre 11 y 14 años que se están leyendo el libro, con los que hablo en las visitas a colegios que Edebé está organizando, y a los que no les podría importar menos quién soy, qué he hecho y, mucho menos, qué pueden sacar de mí. Lo que les importa es leer una buena historia, y eso se refleja en las preguntas que hacen, en cómo te relacionas con ellos y ellas (por algún motivo hay más chicas lectoras, y está bien así, porque eso significa que habrá más chicas escritoras en diez añitos). Es una sensación maravillosa.
El ojo de Nefertiti es una novela de aventuras, algo que se te da bien (personalmente tengo grabada la escena de la subasta y la persecución en coche en “Los nombres muertos”). Parece que nos hemos olvidado un poco de las novelas de aventuras. ¿Cuánta acción encontraremos en este libro?
Mucha, muchísima. No sé si nos hemos olvidado de la novela de aventuras o no; el caso es que a mí me gusta mucho. Hace tiempo oí a un director de cine decir que hay influencias que uno tiene y otras que uno padece, es decir, las hay escogidas y las hay que están ahí, latentes, y no puedes escapar de ellas. En mi caso, con las cosas que he escrito he llegado a darme cuenta de hasta qué punto Spielberg es una influencia. Y no me refiero a revival ochentero ni hostias; me refiero al sentido de la aventura de todas las películas suyas que tenemos en la cabeza. En El Ojo de Nefertiti, y en realidad en toda la saga, habrá persecuciones, rescates en el último minuto, venganzas, tiroteos, y otras cosas que mejor no te cuento.
Lo que sí te puedo contar es que me lo he pasado genial escribiendo. Para no tener la sensación de estar encerrado en casa, a veces me bajo a escribir a la cafetería de la esquina. Los camareros ya me conocen, pero algunos clientes se debían de asustar de verme escribiendo en un mac de 2007 con más polvo que mi salón y mascullando por lo bajo “¡Toma! ¡Ahí va eso! ¡Bien dado! ¡Corre, Thea, corre!” y demás.
Sí, soy un flipao. Pero, ¿cómo vas a cultivar este género si no eres un flipao? Si no te flipas escribiendo, más vale que te dediques a otra cosa.
Nos encontramos ante el inicio de una saga: “Athenea y los elementos”. ¿Sabes ya cuantos títulos habrá y hacia dónde irán Athenea y Mehdi?
Por supuesto. Por eso sé que este es el proyecto más complejo y ambicioso que he hecho hasta ahora. Hay arcos transversales, tramas cruzadas, simetrías, callbacks, conflictos que comprenden cada volumen y otros que no se resuelven hasta el final… que todo eso está muy bien decirlo, pero lo más difícil es que quede divertido, que intrigue y que invite a seguir leyendo. Pero bueno, creo que va por buen camino. De momento, un puñado de personas cercanas ya saben cómo va a evolucionar la historia y no dejan de decirme VENGA JESUS ESCRÍBELO YA HOMBRE.
Por cierto, que formas un tándem fantástico con Marina Vidal, encargada de las ilustraciones. Explícanos algo bonito de Marina que no sepamos.
Lo mejor que te puedo decir es lo que le dije a Marina cuando me enseñó sus primeros bocetos: FUAH. Suelo tener una relación complicada con mis libros una vez impresos; supongo que porque todo padre quiere lo mejor de lo mejor para sus niños. Y no es porque el resultado sea deficiente; sólo hay que ver el pedazo de edición que se marcó Roca de Las tres muertes de Fermín Salvochea o Valdemar de Pronto será de noche. Pero yo soy muy tiquismiquis en todos los aspectos. Con Edebé y Marina eso no ha pasado; desde el primer momento hemos estado en perfecta sintonía, y sobre todo sus ilustraciones han conseguido una cosa muy difícil: que me olvide de cómo eran los personajes en mi cabeza antes de ver su ilustración. Ahora Thea y Mehdi solo son como los ha concebido Marina.
¿Te apetece seguir aquí mucho tiempo o añoras el mundo de la literatura para públicos más adultos?
No creo que sea incompatible. Tengo un montón de ideas en la cabeza que irán saliendo en forma de novela. Supongo. Aunque Neil Gaiman no es santo de mi devoción, estoy de acuerdo con él en una frase: lo difícil no es tener ideas, sino pasar de una idea a una novela de nosecuántas páginas. El caso es que ya se encargarán mi agente y las editoriales de decir si son juveniles, infantiles o seniles. Yo a escribir, que es lo mío.
Cambiando de tema. Acabas de terminar la traducción de En las montañas de la locura, de H.P. Lovecraft (Ediciones t&t). ¿Cómo ha sido la experiencia de enfrentarse a un autor que tan bien conoces como traductor?
Dificilísima. Me decía Susana Vallejo, con toda la razón, que hacer una traducción es muy fácil; lo difícil es hacer una buena traducción. Más allá de subjetividades, tiene toda la razón. A Lovecraft le tengo mucho respeto y he ido despaciiiiito despaciiiito, me he comido la cabeza y he intentado respetar cualquier reiteración, giro y sentido que yo haya podido interpretar que quería darle a cada frase. Ha sido un trabajo muy minucioso, pero satisfactorio.
Por cierto, en cuanto te metes en los entresijos de una historia de Lovecraft, te das cuenta de que quien dice que era un mal escritor es porque lo ha leído en algún blog de tercera y lo repite como un loro. Es un prodigio lo que Lovecraft hace en términos de anticipación, gestión de la tensión y creación de atmósferas. De todos modos, a quien lo critica le espera algo que Lovecraft jamás tendrá: el olvido. Ahí lo llevas.
Cuando reseñé tu anterior novela, Las tres muertes de Fermín Salvochea, me quedó esa duda de cómo cambiaría el Cañadas escritor al ser padre. ¿Está cambiando ya?
Ya ha cambiado. Aparte de que, al igual que Guillem López con Arañas de Marte, tengo en la recámara una novela sobre el miedo que provoca la paternidad, en la misma saga de Athenea y los Elementos se ve. Uno de los pilares de El ojo de Nefertiti es la relación de Athenea con Rudi, su padre; y sobre todo la preocupación de Rudi de que una niña tan intrépida y aventurera se meta en problemas. En ese sentido quizá espeje con Las tres muertes de Fermín Salvochea, donde la relación se veía desde el punto de vista del hijo, y estaba basada en mi relación con mi padre. En El ojo de Nefertiti, Rudi sufre los miedos que sufro yo con mi hija. Lo que pasa es que a Thea no hay quien la controle.
Jesús es uno de esos autores que no para y que puede ser leído enfrentándose a múltiples retos, como escritor, traductor, guionista y también podcastero. No esconderé mi debilidad por todo lo que hace el Cañadas, así que solo le pido que no deje de escribir.
LJSalart
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