- Autora: Adolfina García
- Edición: Imágica Ediciones, 2018
- Nº de páginas: 444 páginas
- Formato: Rústica con solapas
- Lengua: CASTELLANO
- ISBN: 978-84-948828-8-3
- Fecha de lectura: agosto de 2018
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Esta es una de esas pocas veces en las que tener una web dedicada a reseñas consigue que puedas disfrutar de una novela sobresaliente que, de otra manera, no hubieras descubierto. Sí amigos y amigas: la mayoría de los textos que te ofrecen (por cierto, casi siempre son señores) suelen ser «bastante poco interesantes», por no decir otra cosa.
Es cierto que ya había leído algún relato de Adolfina García con anterioridad y que sabía lo que me iba a encontrar en cuanto a estilo, ritmo y prosa. Y es que Adolfina escribe muy, pero que muy, bien. Pero también tengo que reconocer que si no fuera porque la sigo en la RRSS y me parece una persona con las ideas muy claras, sin pelos en la lengua y con la que casi siempre coincido, probablemente no me hubiera lanzado a leer esta novela. Ni el título ni la sinopsis me llaman excesivamente la atención, aunque esta última deja entrever que puede que haya más de lo que en un principio parece.
El primer contacto de la humanidad con una especie extraterrestre se produjo en un momento en el que el planeta se encontraba agostado y contaminado, y la población, diezmada y debilitada por los efectos de una guerra mundial. En esas circunstancias, la aplastante superioridad tecnológica de los invasores les llevó a la colonización del planeta.
Han pasado 156 años y los dónald gobiernan el planeta con una dictadura paternalista, que coarta algunas libertades, pero permite que los humanos lleven vidas tranquilas y confortables. Sin embargo, todo va a cambiar por la irrupción de un grupo extremista y el descubrimiento de una amenaza de origen desconocido que se cierne sobre el planeta.
En esta sociedad mestiza en transformación deambulan varios personajes: Connie, una mujer con fobia social experta en cinematografía arcaica; Max, un adolescente que se involucra en el activismo antidónald; Vidar, un ermitaño que vive en los bosques de Oslo; Jim, un alcohólico atormentado por la muerte de su hijo; Pilar, profesora en la reserva de Iberia, y un dónald, Alper, sobre cuyos hombros pesa la responsabilidad de llevar las riendas del continente más poblado del mundo: Europa.
Pero olvidaos de títulos, de sinopsis y de autora. Planeta Dónald tiene trampa y es de las gordas. Lo complicado va a ser tratar de explicarlo sin entrar en spoilers. Espero, por lo menos, despertar vuestra curiosidad.
Primera aclaración: no tiene nada que ver con Donald Trump. Como veis en la imagen, lo de «Dónald» viene de El pato Dónald. Sí, parece una broma pero en cuanto empecéis con la lectura lo entenderéis. Además, si una novela que dedica su título a un mítico personaje de Disney es capaz de mantenerte completamente enganchado —como seguro que os va a tener esta magnífica obra— y no te saca de la historia… cuidado, entramos en el terreno de la genialidad. De hecho, esa es una de las primeras trampas: esconder detrás de esta imagen, en principio inocente, a la raza (neoterrícolas) que «convive» con los humanos (geronterrícolas) desde hace 156 años.
Cuando arrancas la lectura te encuentras con una sociedad en la que después de una colonización relativamente pacífica, ambas razas cohabitan la tierra en algo que podríamos describir como una «tensa armonía». Una de ellas gobierna el planeta con una especie de «dictadura light» en la que, aunque algunas libertades están coartadas, los humanos viven bastante cómodos teniendo en cuenta las circunstancias. De ahí el gancho de la web de la propia editorial:
¿Queremos ser libres o no? ¿Y hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a nuestra libertad si a cambio nos facilitan una vida más o menos cómoda?
Es posible que esta sea una de las reflexiones importantes que surgen al leer la novela pero considero que hay cuestiones más profundas y tan magistralmente incrustadas en el texto por la autora, que me han sorprendido. Y es que esta sí que es la gran trampa de la novela: el estilo y el ritmo son tan buenos que devoras las páginas casi sin darte cuenta de que está jugando contigo a un juego muy interesante. Vamos a llamarlo El juego de empatías.
Supongo que todos necesitamos sentirnos parte de algo, ya sea un colectivo o la comunidad de vecinos. Eso en las novelas se llama los buenos y los malos. En el caso de Planeta Dónald, la cuestión parece bastante clara ya que una de las razas son los humanos —colectivo en el que la mayoría nos podemos incluir— y la otra es una fuerza opresora que viene de otro planeta y que tiene pinta de pato. Además, el desarrollo de personajes está tan bien construido que enseguida empatizas con lo primero que se te presenta. Ahí entra en juego otro de los aspectos de la obra: la estructura.
La novela está dividida en capítulos que tienen como protagonista —y como título— a uno de sus personajes y el orden en el que la autora los presenta tiene mucha más importancia de la que parece. La historia es tan interesante y el ritmo tan ágil que para cuando te das cuenta ya te has posicionado, ya has caído en la trampa. Es entonces cuando piensas que te encuentras ante una buena novela: entretenida, fácil de leer, interesante, muy bien escrita, pero que no deja de ser otra novela más sobre un régimen opresor de palo y zanahoria. Error.
No quiero entrar mucho más en el argumento para no destripar, pero en el momento en el que la autora te tiene enganchado por el cuello con esa novela entretenida y ligera, sube dos marchas y comienza el verdadero juego. Las líneas argumentales se empiezan a complicar y te tiene descolocado durante toda la historia. Ya nada es lo que parece: en un capítulo crees entender hacia donde te quiere llevar y en el siguiente le da la vuelta. Es decir, consigue que dudes y reflexiones y, además, mantiene la tensión argumental casi hasta el final. Todo esto con una historia que es sobre todo de personajes. Impresionante.
Y todavía nos queda la traca final: llegas a la última página, se cierran perfectamente todas las tramas, todo es redondo, con mensaje y escena final casi de novela corta. Pero te deja con la sensación de que no sabes cómo ni cuándo ha conseguido difuminar los múltiples hilos (no se me ocurre una manera mejor de describirlo). Tendréis que leer la novela para entenderlo pero la sensación agridulce que te deja ese final —probablemente buscada— es asombrosa. O tal vez se acelera demasiado y se deja cosas por el camino. O a lo mejor no quería alargar más la historia por una cuestión práctica. O igual es que buscaba que alguien estuviera hoy aquí escribiendo esto y dudando. Eso ya, que lo juzgue cada lector. Pero por favor, leed esta novela. Merece la pena.
Valoración
-
8.5/10
Origen
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