Datos del libro
- Título: La aritmética del caos
- Autor: Eduardo Vaquerizo
- Editorial: Nowevolution
- Nº de páginas: 211
- Formato: Rústica con solapas
- Lengua: Castellano
- Fecha de lectura: Julio 2018
- Enlace de compra: Amazon
Este es uno de esos libros que lees en un par de sentadas, prácticamente devorando las páginas, pero no porque contenga una historia de intriga, o esté lleno de capítulos que terminan de forma estratégica para mantener la atención del lector, sino porque está tan bien escrito que no puedes sino dejarte envolver por las palabras de Vaquerizo, visualizar lo que te está contando y, sencillamente, vivirlo como si estuvieras allí. Y cuando llegas al final, te quedas con la contradictoria sensación de haber disfrutado una experiencia traumática.
La parte de disfrutar no necesita explicación. Es un libro que se disfruta, que engancha al lector en las historias que cuenta, llenándole la cabeza de cosas extrañas, asombrosas y, al mismo tiempo, sorprendentemente familiares. Pero el disfrute no impide que leer este libro resulte traumático, porque relata experiencias traumáticas. Los personajes se ven enfrentados a ellas y el propio mundo en el que viven se convulsiona en el trauma del cambio, la revolución y, quizás, el apocalipsis. Y no solo eso: leerlo supone un choque emocional que produce un efecto duradero en el lector, que es lo que tienen los traumas. Al menos a mí me ha impactado.
No sé muy bien lo que tiene este libro que tanto me maravilla. Tampoco sé si esta reseña resultará útil a otros lectores, porque lo único que pretendo al escribirla es tratar de ordenar mis ideas, que al terminar de leer por primera vez me bullían en la cabeza de forma un tanto caótica. Quizás escribiendo pueda encontrar una suerte de aritmética que les dé forma.
La historia transcurre en un Madrid que podría encontrarse tanto en un futuro no muy lejano como en un pasado cercano alternativo. La crisis económica, el gobierno de la derecha más capitalista, con una oposición de la misma calaña, y el poder en la sombra que ejercen los más favorecidos por un sistema económico injusto provocan una ola de protestas, así como el surgimiento de un nuevo partido político que pretende erigirse en la voz de los desposeídos. Como se describe en la sinopsis, es un segundo 15M. La situación (y también el nombre del nuevo partido y de su líder) nos resultan familiares, suenan a algo ya vivido. Sin embargo, a lo largo del libro esta situación se va exacerbando y alcanzando tintes que, por suerte, todavía no nos ha tocado vivir. La sensación de desastre inminente acosa a todos los personajes. Por momentos, ese futuro cercano o pasado alternativo amenaza con convertirse en una auténtica distopía.
La narración sigue tres líneas diferentes, acompañando a los tres personajes principales de la novela. Jaime es un secretario judicial prejubilado cuya vida da un giro inesperado al comienzo del libro. Hasta entonces, como él mismo se describe en un momento de la novela:
se abrigaba con monotonía, desayunaba desidia y sobrevivía respirando rutina
Cuando acompañamos a Jaime, percibimos claramente su hastío existencial, su decepción con la vida en general, su desidia vital; pero también su estoica aceptación de la inevitabilidad del cambio, cuando este se produce. Y más allá de esa desidia inicial y de ese estoicismo, se revela como un personaje de fuerza y determinación insospechadas.
Víctor es un joven universitario en paro que está a punto de agotar sus prestaciones. Mientras sobrevive y busca un nuevo empleo, sufre alucinaciones, en las que no solo ve, sino que interactúa con muy diversos personajes, históricos y no tan históricos. Dictadores romanos, eminentes psicoanalistas, directores de cine, músicos, guerreras iluminadas, famosos economistas, revolucionarios míticos, muertos anónimos… que parecen invocados por la situación concreta en que se encuentra Víctor. Es un joven como tantos otros, preocupado por ligar con chicas, pagar las facturas y conseguir un trabajo. Todo muy normal, excepto por esas alucinaciones. A lo largo del libro vemos cómo se ve arrastrado por los acontecimientos. Él nunca toma la iniciativa, no se ve enfrentado a dilemas de ninguna clase ni debe tomar decisiones trascendentes. Pero de forma totalmente involuntaria, e influido por sus inexistentes consejeros, se convierte en el centro de atención no solo de los medios de comunicación, sino de ese poder en la sombra del que hablaba antes y, lo que es peor, de Penélope.
Penélope es el elemento aglutinante en esta historia. Es una trastornada o una visionaria (que cada lector decida), también una depredadora, pero sus acciones, sus objetivos y su particular visión de la realidad (o de las realidades) son las que al final hacen confluir brevemente las vidas de los tres protagonistas. Y ninguno saldrá de ese encuentro siendo el mismo, en un final abierto a diversas interpretaciones.
Hasta aquí parece que no hay nada especialmente novedoso ni llamativo en el libro. Un escenario casi distópico aunque cercano, tres personajes con historias que discurren por separado hasta que finalmente convergen y ese contacto les cambia. Son elementos que pueden encontrarse en muchas novelas de género. Pero La aritmética del caos no es una novela de género más, al menos no lo es para mi. Me ha impactado, me ha dejado huella y voy a intentar explicarme a mí misma por qué.
Una de las emociones que me transmitió la historia en una primera lectura, y dejando a un lado por el momento los elementos fantásticos, fue un cabreo tremendo. El libro contiene una enorme cantidad de crítica social, casi diría que en cada página se respira ese cabreo contra el sistema. Y lo que está retratando es nuestra propia sociedad. Habla de desigualdad, crisis, corrupción, manipulación, represión…Todo esto nos lo cuenta en un crescendo que va, como decía al principio, desde una situación familiar por recientemente vivida hasta un momento, cerca del final, claramente distópico. Y ese cabreo que contiene el libro se contagia en el lector. O al menos a esta lectora se le ha contagiado. Seguramente me encontraba bastante predispuesta, todo hay que decirlo.
Luego está el elemento fantástico. Ya he hablado de las alucinaciones de Víctor con personajes famosos o anónimos. Estos personajes dan pie a lo largo del libro a multitud de referencias identificables por la mayoría de los lectores: cinematográficas, televisivas, musicales, históricas… que hacen muy amena la lectura. Pero no es el único componente fantástico del libro. Hay otro, y es este segundo elemento el que creo que dota de tanta profundidad a la historia y permite tantas lecturas diferentes, que es otra de las características de la novela que la hace tan especial. No quiero describirlo en detalle, por no estropear la experiencia lectora a nadie. Es el elemento alrededor del cual gira todo el libro. Solo diré que tiene más tintes de ciencia ficción que de fantasía, aunque haya algunos momentos un poco gore que lo acercan también al terror, que es muy susceptible de diversas interpretaciones y que derrocha sentido de la maravilla.
Pero todos estos elementos, juntos o por separado, no bastan para explicar por qué me ha impactado tanto el libro. Falta un ingrediente esencial, y es el estilo, la prosa de Vaquerizo. Utiliza palabras sencillas, nada rebuscadas, incluso coloquiales, pero muy bien escogidas. El efecto que causan es directo y contundente. No es muy dado a descripciones largas, pero cuando describe un ambiente, el lector puede palparlo, se sumerge en él directamente:
La luz de la ciudad de madrugada era amarilla, la oscuridad se agazapaba entre los cubos de basura, se escurría por la chapa de los coches. Era como si la noche no fuera más que un residuo grasiento que se extendía por todas las superficies; la consecuencia de un error de pilotaje en un petrolero descomunal que había vertido sobre las playas de la ciudad megatoneladas de oscuridad maloliente, infecta
Otra característica del estilo de Vaquerizo que me atrae muchísimo es su forma de escoger imágenes para describir ideas, sensaciones, pensamientos, salpicándolas con referencias muy identificables que dotan a esas imágenes de una enorme profundidad. Pongo un ejemplo donde creo que queda bastante claro lo que quiero expresar. Cuando Víctor reflexiona sobre su apurada situación económica, después de haber tenido un buen trabajo y haberlo perdido, piensa en las películas americanas en las que el héroe parece tocar fondo pero resurge para vengarse. En concreto, piensa en una en la que el protagonista, en plena depresión, se mete la pistola en la boca dispuesto a suicidarse, pero al final no lo hace y a partir de ahí empieza la acción (¿os suena?), y Vaquerizo nos lo cuenta así:
Por eso eran tan agradables esas películas. Las piscinas americanas donde se ahogaban sus héroes sí tenían un fondo donde hacer pie e impulsarse de nuevo hacia arriba. Las nuestras no, en Europa podías hundirte durante siglos hasta convertirte en una clase social de parias, hasta que te marcasen con triángulos o estrellas y te llevasen al sacrificio dentro de vagones de ganado
Y así, en un visto y no visto, vamos de Mel Gibson al genocidio nazi, pasando por una alusión al inmovilismo social y una sátira del sueño americano. Todo en un par de frases.
En definitiva, La aritmética del caos es un libro profundo, impactante y susceptible de interpretación por parte del lector, que nos cuenta una historia fantástica de realidades alternativas a través de sus tres personajes principales, pero no se limita a eso. Es también un ataque rabioso al capitalismo deshumanizador, a la injusticia social y una llamada de alerta. Todo ello narrado con un estilo muy personal, directo y contundente y plagado de referencias culturales muy contemporáneas. O, al menos, yo lo veo así. Ya he dicho que el libro admite interpretaciones diversas.
Valoración
-
9/10
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